viernes, 5 de marzo de 2010

Haití: ¡salvar la propiedad del capital de los escombros, y dejar que los proletarios mueran!


Barricadas hechas de cuerpos. Esto es lo que los proletarios de Puerto Príncipe levantaron a través de las calles ocho días después del terremoto. Se dice que "ellos protestan contra la flagrante falta de ayuda de emergencia". Cómo no ver, mas allá de esta obviedad de la que los medios de comunicación prefieren agarrarse, que lo que estos proletarixs sobreviviendo en tiempo prestado proclaman en la cara de esta sociedad, de su clase dominante, pero también de todos sus “ciudadanos decentes” es: estos son sus muertos, ellos murieron por el hacinamiento en el que vivíamos, por lo poco que se ha hecho durante los primeros días para salvar a los sobrevivientes y desde entonces ustedes están dejándonos morir en esta gigantesca fosa masiva. Así pues, no es necesario explicar a los proletarios de Haití que a los Estados que ahora se movilizan en la isla les importa un carajo su destino. Como común y tajantemente denunciamos en nuestra prensa, soldados y trabajadores humanitarios son una vez más las dos caras de un mismo programa de estado que tiene como objetivo el romper sobre el terreno toda la solidaridad de clase, todas las acciones directas para la sobrevivencia. En una región históricamente llena de levantamientos, inclusive en tiempos "normales" los proletarios están en una buena posición para comprender en qué bando se encuentra el sector humanitario (independientemente de las “buenas intenciones” individuales) y todas las demás obras de las Naciones Unidas: el bando para mantener la paz, la paz social, el mantenimiento de la ley y el orden, o también el famoso "desarrollo", es decir el desarrollo de la ganancia y la explotación por medio de la destrucción de todas las prácticas autónomas de sobrevivencia y de lucha de nuestra clase. De hecho, todas estas preocupaciones fundamentalmente capitalistas para encuadrar, para domesticar, para someter a la civilización, son inseparables de la represión brutal de las luchas por medio de las armas y la tortura. No hay muchos proletarios que lloran por las muertes de la “Minustah”, la misión de las Naciones Unidas en Haití.

Frente a la catástrofe provocada por tal terremoto en el corazón de dicha concentración meramente capitalista de la miseria –como lo es Haití- (enfatizamos), y aunque la burguesía derrame lágrimas de cocodrilo sobre lo que le gusta llamar "crisis humanitaria", el rol de sus agentes "caritativos" ha sido solamente confirmado. Un portaviones norteamericano se encuentra justo en frente de Haití, aviones civiles y militares entran y salen incesantemente de la única pista operacional del aeropuerto (que rápidamente cayó bajo el control del ejército estadounidense), pero no es para salvar a los proletarios de Haití que esta abundancia de medios fue movilizada. Existe en realidad ayuda para la emergencia... ¡pero para el capital!: para reestablecer al estado, para defender a la propiedad privada, para asegurar la provisión y la logística de la fuerza de intervención (incluyendo a los periodistas) y las instituciones estratégicas (las Naciones Unidas, embajadas,…), para salvar a sus propios nacionales (incluidos los restos de los hoteles de lujo), y sobre todo para redesplegar una presencia militar internacional a largo plazo, con el objetivo esencial de no permitir a los proletarios en revuelta que se organicen contra su situación, la cual es fruto del odio burgués internacional de ayer y de hoy en su contra. Cuando la comida y el agua arriben a las puertas de los barrios populares destruidos (¡y después de 10 días este no es el caso!), la mezquina distribución será siempre sujeta a la docilidad y la sumisión de la gente que recibe tales provisiones.

Mientras ellos rescatan en televisión algunos sobrevivientes de entre los escombros y tratan de convencernos que "todo estrato social" está siendo atendido sin distinción, imágenes de proletarios armados con machetes e "imponiendo su ley en las calles" están siendo transmitidas constantemente alrededor de todo el mundo. Los medios internacionales y la prensa izquierdista, en una arrogante convergencia, cumplen su función común de dividir a nuestra clase una vez más al embutirnos con sus clichés racistas, según los cuales hordas de negros indigentes, enfrentando la desintegración del Estado, volvieron codiciosamente a su aterrador “estado natural”, la guerra caníbal de los unos contra los otros. Son descritos como impulsados por la "desesperación", en otros casos por la "codicia", organizados en bandas que siembran el terror para "apropiarse" de productos alimenticios y cuyas filas sin duda aumentaron por los 6000 presos que habían escapado al amparo del terremoto. Indignados por esta emergente ola de bestialidad, estamos obligados a aplaudir el potente despliegue de las llamadas fuerzas de "seguridad", todo esto para hacernos pagar nuestra culposa contribución financiera en las cuentas bancarias que aparecen en las pantallas durante los espectáculos televisivos de "solidaridad" con Haití.

Detrás de estas trilladas frases periodísticas de "aumento de escenas de saqueos" es (mal)escondido el clímax del cinismo capitalista, un grado considerable de avances realizados en el campo de la inhumanidad por la última -y la más "civilizada"- de las sociedades de clases: donde "todo está perturbado" y el estado supuestamente ha desaparecido bajo el terremoto, ¡policías armados y soldados patrullan en medio de todos estas ruinas y montañas de cuerpos muertos en estado de descomposición para prevenir (con balas reales) que los hambrientos y sedientos proletarios busquen en los restos de las tiendas lo que les permitiría a ellos y a sus hijos no morir como perros! Pues bien, ¡esta es la prosaica realidad de la lucha contra las viles bandas de saqueadores! Esto recuerda monstruosamente la situación en Nueva Orleáns tras el paso del huracán Katrina en el verano del 2005.

Y en cuanto a Louisiana, cuando la burguesía y sus comentaristas evocan emocional, obscena y ávidamente perspectivas de "reconstrucción", no dudamos que las inversiones a concederse, motivadas por el más puro altruismo, seguirán celosamente los planes de limpieza social, planes que son desarrollados en la sede de la policía mundial (EE. UU.).

Entonces, proletarios, devuelvan la deplorable bondad de estos bastardos: vengan ustedes mismos a limpiar estas barricadas de cuerpos muertos levantadas contra la asesina hipocresía de su sociedad, ¡ellas no son el resultado de "la injusticia de la Providencia" o de “la naturaleza”, sino más bien y precisamente de esta sociedad!




*Grupo Comunista Internacionalista - Enero 22, 2010*

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